Un fiscal sin temor a Dios

Es de sabios cambiar de opinión, aconsejan las abuelas… y el Fiscal de Veracruz, Luis Ángel Bravo Contreras, se apoya en este refrán.

Inteligente lector, no es que el veracruzano sea muy listo que digamos, pues su cambio de opinión vino luego de la “tunda” que le acomodaron desde el Arzobispado de México.

El sesudo Pin-Pon (por ser un muñeco muy guapo y de cartón)- que tenemos por “abogado” - salió a decir que los religiosos Alejo Nabor Jiménez Juárez y José Alfredo Suárez de la Cruz, quienes fueron ultimados en Poza Rica, conocían a sus victimarios, incluso en la noche de los hechos hasta se “tomaron algunas copas” con ellos. Vaya amiguitos.

En dos frases redujo prácticamente los hechos a una riña entre religiosos que actuaron bajo los influjos del alcohol dentro de su parroquia: “el convivio terminó en tragedia, robo de limosnas y de dos vehículos”, así lo dijo.

Esta declaración no les gustó a los “curitas”, quienes inmediatamente le dieron hasta con la cubeta al veracruzano.

Fue el director de Comunicación Social del Arzobispado de México, Hugo Valdemar, por medio del semanario “Desde la Fe”, quien calificó las declaraciones del funcionario como “irresponsables y vergonzosas”.

“Es una grave irresponsabilidad dar a conocer de manera apresurada información sobre el asesinato de los dos sacerdotes de la Diócesis de Papantla. Tal parece que el gobierno quiere deslindarse de los hechos lo más pronto posible”.

El vocero también acusó a las autoridades de querer ensuciar la memoria de los religiosos y asesinarlos moralmente. “El que hayan estado tomando licor no justifica su muerte”.

La zarandeada no le gustó nada a Pin-Pon, quien reviró a los medios y los acusó de “amarillistas”.

En una misma canasta metió a todos los “tunde teclas” y les dijo que eran los causantes de su excomulgación y hasta de que no lo quieran en la misa del domingo. Vaya, hasta los culpó - por si no lo quiera Dios- , que al morir se vaya al infierno. Ajá.

Entonces -reculó- y se echó para atrás, para hacerla más fácil, se rajó por miedo a la Iglesia, al Papa, a Norberto Rivera y a toda la bola -en el buen sentido- el Fiscal dijo “que no dijo lo que dijo” y todo acabó en que no tiene palabra.

Imagínese usted qué tan mal estamos, que de borrachos y de malas compañías no bajan a los “curitas”. Si así tratan a los representantes del altísimo ¿Qué nos podemos esperar los cristianos comunes y corrientes? Ya no hay temor a Dios.