Don Melquiades Sánchez Orozco lleva cincuenta años de ser el anunciador oficial del coloso de Santa Úrsula. “Hasta los de la BBC de Londres y canales alemanes me han buscado. Quieren saber quién le da voz y vida al estadio más grande del mundo”.
Melquiades Sánchez Orozco tiene una extraña profesión. Desde hace 50 años anuncia alineaciones de hombres en calzoncillos, goles, marcadores, cambios, comerciales y niños perdidos. Tiene un rostro que para muchos es desconocido, pero cualquier sonido que sale de su boca lo pone al descubierto: es la voz del Estadio Azteca.
Aquél que tenga memoria y se haya asomado alguna vez al coloso de Santa Úrsula, reconocerá de inmediato frases como “Brandy Bobadilla 103 informa” o “Mete un golazo Tutsi-Pop”.
Una voz que llegó hasta el Canal Cinco para dar servicios a la comunidad. “Solicito colaboración para buscar a niños que sufren de sus facultades mentales”. También anunciaba a Don Gato y su pandilla e inmediatamente después, Los Picapiedra.
Con motivo de los 50 años del Estadio Azteca —29 de mayo de 1966—, el octagenario Perraco disfruta sus 15 minutos de fama. “Hasta los de la BBC de Londres y canales alemanes me han buscado. Quieren saber quién le da voz y vida al estadio más grande del mundo”.
De los binoculares hasta el monitor
Don Melquiades dice que “muchas cosas han cambiado” de 50 años para acá. Para llegar al Azteca usaba el viejo tranvía y tenía que mirar el juego con binoculares. No había monitor y, por lo tanto, tenías que estar muy atento y ver el número en la espalda del jugador que había anotado un gol. También bajaba a los vestidores para anotar los nombres de los jugadores”.
Eran momentos para la historia, pues en el novedoso gigante de concreto desfilaban leyendas como O Rei Pelé, Gerd Müller y la Araña Negra Lev Yashine.
“Imagínate que me tocó dar la alineación de alemanes e italianos en el llamado Juego del Siglo. El Mundial de México 70 lo platico y lo vuelvo a vivir”.
“Les gustó mi voz y ahí comencé a familiarizarme con el micrófono”
Explica que todo sucedió de una manera extraña. “Arreglaba aparatos electrónicos en Tepic y un día checaba una bocina de bulbos afuera de una estación de radio, cuando salió un señor de corbata y me preguntó si yo era la persona que iba por la prueba. Pensé que buscaban un cantante y pues dije que sí. Era para ser locutor, les gustó mi voz y ahí comencé a familiarizarme con el micrófono”.
Melquiades probaría fortuna en territorio chilango y llegaría hasta la XEW, leyendo comerciales y de vez en cuando se animaba a recitar poemas en programas para románticos. “Un día me enteré que se acercaba la inauguración del nuevo estadio de futbol, allá por Tlalpan (1966) e intenté vender palcos y plateas. No vendí ninguno. Tampoco imaginaba que mis próximos 50 años los viviría en ese estadio”.
Han cambiado los equipos, la manera de expresarse en el micrófono del Azteca y la forma de transportarse hasta el monstruo de concreto. “También la forma de mirar los juegos, pues antes los miraba con binoculares y ahora todo se hace a través de un monitor”.
Lo que no cambia es la voz del Azteca. “Me sorprende la gente en la calle, pues apenas abro la boca y se me acercan para decirme que soy la voz del Azteca y del Canal Cinco. Una vez tomé un taxi rumbo a la casa y el chofer me miraba a cada rato por medio del espejo. Hasta que se animó a preguntarme si era la voz. Me fue hablando del Güero Cárdenas, del autogol de Miguel Marín y de la Mano de Dios de Diego Armando Maradona. Al final no quiso cobrarme la dejada. Me sucede a cada rato”.
“Me tocó una profesión muy grata”
También se le acercan para pedirle que les grabe en son de broma aquello de buscar al hijo, el amigo y hasta la suegra, “que sufre de sus facultades mentales”. El Perraco lo hace con gusto, pues dice que le tocó una profesión muy grata y con la oportunidad de conocer a mucha gente.
También le han jugado bromas, como aquella en el estadio: “Un señor se me acercó diciéndome que se había perdido su hijo llamado Winnie Pooh Pérez. Así lo anuncié en el sonido local y mucha gente se burló. La segunda vez que repetí el nombre me di cuenta que se trataba de una broma”.
Confiesa una de sus equivocaciones: “En el Atlante existía un jugador argentino llamado Evaristo, quien en un partido jugó los primeros 45 minutos y ya no salió a la parte complementaria. Lo malo es que cayó un gol y yo dije 'gol anotado por Evaristo'. Los que estaban cerca de mí me vieron raro. Evaristo ya estaba en las regaderas”.
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