La revelación de que el presidente interino de Brasil, Michel Temer, varios ministros y una veintena de políticos habrían participado en el escándalo de corrupción en la estatal Petrobras amenaza con agravar las turbulencias políticas en un país que en apenas 50 días inaugura los Juegos Olímpicos.
En el poder desde el 12 de mayo, cuando la presidenta Dilma Rousseff fue apartada temporalmente a causa de la apertura de un juicio político contra ella, los primeros 35 días del gobierno de Temer estuvieron marcados por las filtraciones y los escándalos.
Dos de sus ministros tuvieron que abandonar el cargo precipitadamente ante las filtraciones de un exsenador, Sergio Machado, que con sus grabaciones a escondidas a políticos y sus revelaciones a la policía ha provocado una escalada en la grave crisis política que sufre el país desde 2015.
Machado, quien dirigió hasta 2015 Transpetro, una poderosa subsidiaria de Petrobras que procesa gas y distribuye combustible, reveló en su delación a las autoridades una trama de corrupción sistemática, onerosa y que afectaría incluso a los mayores estamentos de la política brasileña.
Este exsenador, que utilizaba bloqueadores de señal de celular y música de fondo en su despacho por miedo a ser grabado, involucró por primera vez a Temer en la trama de recepción de fondos ilícitos al asegurar que en 2012 el entonces vicepresidente le pidió que mediara con empresas constructoras para obtener fondos para la campaña de un aliado a la alcaldía de Sao Paulo.
El monto ascendería a 1.5 millones de reales (unos 430 mil dólares) y, según Machado, habría sido desembolsado por la constructora Queiroz Galvao, investigada en la Operación Lava Jato.
La lista de receptores de comisiones ilegales –desviadas desde empresas prestadoras de servicios a Petrobras que ganaban licitaciones fraudulentas- revelada por Machado afecta sobre todo al gubernamental Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), dirigido por Temer hasta hace pocos meses.
La prensa brasileña asegura que influyentes políticos de la formación, como el exministro Romero Jucá, el presidente del Senado, Renan Calheiros, y el expresidente de Brasil, José Sarney, habrían recibido conjuntamente hasta 100 millones de reales (unos 29 millones de dólares).
“Mi honorabilidad está por encima que cualquier otra función pública”, dijo hoy Temer, durante una breve y solemne intervención en el Palacio del Planalto en la que no aceptó preguntas de la prensa.
Pero los problemas del nuevo Ejecutivo, criticado desde el primer día por no tener una sola mujer o una persona negra en el gabinete, no cesan en las revelaciones que se desprenden de la delación de Machado a los investigadores de la Operación Lava Jato.
El presidente del Congreso, Eduardo Cunha, otro de los hombres fuertes del PMDB y figura central en el avance del proceso de juicio político a Dilma Rousseff, está al borde de ser destituido de sus funciones por haber mentido a la Cámara de Diputados al decir que no tiene cuentas fuera del país.
La fiscalía brasileña presentó ya varias denuncias al Supremo Tribunal Federal (STF) contra él, por haber recibido millones de dólares en la trama Petrobras en cuentas en Suiza, y su destitución como líder de la cámara baja podría facilitar su eventual arresto, una posibilidad que está siendo analizada por la máxima instancia judicial del país.
De producirse, Cunha probablemente se acogería al régimen de delación premiada, que permite una remisión de la pena a cambio de contar y probar todo cuanto sabe de la trama de corrupción en Petrobras, lo que según analistas y periodistas supone una potencial “bomba de relojería” que podría incluso poner en jaque al gobierno interino.
Toda esa trama política de escándalos y sobresueldos está siendo expuesta en momentos en que cientos de miles de brasileños pierden sus puestos de trabajo por la aguda recesión, de cerca del 3.0 por ciento este año, y cuando Brasil está en el centro de la atención mundial por las Olimpiadas.
En apenas 50 días comenzará el evento para el que Río de Janeiro se prepara desde hace siete años y sobre el que sobrevuelan enormes dudas sobre su éxito organizativo, a causa de los retrasos en las obras del metro y del velódromo, así como por la amenaza del virus del Zika y el repunte de la violencia.
El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, se encuentra actualmente en Brasil visitando las instalaciones de Río 2016, y trató de dar un mensaje de tranquilidad durante su visita al Parque Olímpico el martes, aunque admitió que es un “desafío” organizar el evento en estas circunstancias.
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