"Son puntos estratégicos para que la gente vaya a comer o hacer sus compras de la semana. En provincia, por ejemplo, los habitantes de las lejanas rancherías llegan con sus mercancías para venderlas", dice la chef Ana Laura González.
"Hay mangos, piñas, manzanas… ¿cuántos, cuántos?...Ahí le va su pilón, marchanta", son frases comunes que se escuchan en los mercados y tianguis en México, lugares donde se pueden conocer los sabores, colores y aromas de nuestra cultura.
"Son puntos estratégicos para que la gente vaya a comer o hacer sus compras de la semana. En provincia, por ejemplo, los habitantes de las lejanas rancherías llegan con sus mercancías para venderlas", dice la chef Ana Laura González.
De acuerdo con la chef del restaurante Los Virreyes en el pueblo de Tepotzotlán, Estado de México, en estos sitios se respira la frescura de los productos de temporada, así como los clásicos de la localidad e ingredientes gourmet para conocedores.
"El caminar, recorrer y observar estos espacios es una aventura exquisita; la curiosidad y búsqueda constante de productos conocidos o no causa gran regocijo", asegura.
Herencia prehispánica
La palabra "tianguis" proviene del náhuatl tianquiztli, que significa mercado. En la época prehispánica, el comercio no era la única actividad en los tianguis, éstos también eran espacios públicos de reunión donde se contaban chismes y noticias, e incluso se acordaban alianzas políticas.
En aquellos tiempos, además del trueque, la única moneda de cambio eran las monedas de cacao que también llegaron a ser falsificadas por amaranto y cera.
Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” (1632), describe un mercado ambulante que sorprendió a los conquistadores.
"Fuimos al Tatelulco. Iban muchos caciques que Moctezuma envió para que nos acompañasen; y desde que llegamos a la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían.
"Comencemos por los mercaderes de oro, plata y piedras ricas, así como plumas y mantas, y cosas labradas, y otras mercaderías de indios esclavos y esclavas; digo que traían tantos de ellos a vender a aquella gran plaza como traen los portugueses los negros de Guinea y tráiganlos atados en unas varas largas con colleras a los pescuezos, porque no se les huyesen, y otros dejaban sueltos", relata.
La historia revela que en el siglo XV los tianguis se establecían en períodos determinados durante los cuales se reunían los vendedores de diversos pueblos.
Los más destacados eran los de Huejotzingo, Tenochtitlan, Texcoco, Tlaxcala y Xochimilco.
En el mercado de Tlatelolco, compradores y vendedores se reunían al aire libre. Allí era posible adquirir xoloitzcuintles, conejos, mapaches, pájaros con plumajes multicolores, además de carne de venado, consumida en los banquetes de la nobleza.
No faltaban los jueces que vigilaban los tratos comerciales, ya que las transacciones se efectuaban mediante el trueque o con semillas de cacao.
Fue hasta el siglo XX que el "día de plaza", celebrado generalmente los domingos, dio paso a la construcción de mercados, impulsada por el gobierno porfirista.
La situación actual del comercio al menudeo en las ciudades mexicanas ofrece un contraste muy marcado: por un lado está el pequeño comercio –ineficientes misceláneas y expendios de abarrotes que venden a precios muy elevados- y por el otro están las modernas cadenas de autoservicio surgidas en la segunda mitad del siglo XX.
El tianguis contemporáneo
Los mercados sobre ruedas se iniciaron en 1969 como una solución para combatir la situación del intermediario. No se puede decir que este intento haya sido del todo afortunado, pues con frecuencia no son productores agrícolas quienes expenden ahí sus mercancías.
En todo caso -y para nuestra fortuna- aún subsisten los tradicionales mercados mexicanos. Los tianguis de provincia no difieren mucho hoy en día de los que había en la época prehispánica.
Siguen siendo notables algunos mercados capitalinos: para frutas y verduras, carnes y mariscos, el de San Juan, uno de los más finos y bien surtidos del mundo; el mercado que continúa en La Merced para menudeo; el de Xochimilco y el de Jamaica son famosos por la cantidad y variedad de sus productos; el de la nueva Viga que se especializa en pescados y mariscos, el Sonora, donde se consiguen animales vivos y toda clase de hierbas medicinales; el de La Lagunilla con gran surtido de muebles, y el de Tepito, de antigüedades y un poco más.
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