La megaciudad, un proceso irreversible

El crecimiento constante de las zonas urbanas es un proceso permanente, que salvo en al caso de guerras o epidemias es irreversible. En nuestro país y especialmente en nuestro estado la conurbación de pequeños municipios es algo a lo que estamos acostumbrados, lo consideramos ya un proceso natural que no representa un problema mayor. ¿Deberíamos preocuparnos por ello?

Cuando hablamos de conceptos complejos, casi abstractos como la conformación de una Megalópolis en muy difícil entender que en Tlaxcala estamos involucrados en un proceso por el que pocos se interesan y muchos menos preocupan, incluyendo los gobiernos de todos los niveles.

Esto ocurre porque lo más obvio es que las ciudades crezcan a un ritmo que consideramos habitual en el que una pequeña ciudad con los años se convierte en una ciudad mediana para mucho tiempo después convertirse en una ciudad grande, la conformación de una metrópolis como Monterrey o la Ciudad de México es casi inimaginable.

Mucho menos probable es pensar en que pudiéramos formar parte de una megaciudad que se define como una zona urbana con más de 10 millones de habitantes o regiones con densidades poblacionales de 2 mil personas por kilómetro cuadrado, cosas como esta solo pueden ocurrir en China, Japón o Estados Unidos.

Sin embargo, la realidad es que las ciudades están dejando de crecer orgánicamente, la conurbación está jugando en contra del tiempo y de las estrategias de planeación de muchos lugares en el mundo como la India, Brasil, Indonesia y por supuesto, México.

De hecho según algunos analistas es en nuestro país en donde existe la tercera zona urbana más grande del mundo, después de Tokio-Yokohama en Japón y de la zona formada por Nueva York-Nueva Jersey-Connecticut-Pensivania y es en este punto en donde Tlaxcala, entre otros cinco o seis estados empieza a involucrarse con la problemática que estamos describiendo.

¿Qué pasa cuando se rompe el orden natural de desarrollo demográfico? Cuando el crecimiento de las zonas urbanas deja de ser orgánico y la conurbación se hace más evidente es el momento en que las poblaciones empiezan a compartir sus problemas como los de la basura, el ordenamiento territorial, la recarga de los mantos freáticos, la movilidad, la ecología, la producción de alimentos, entre muchos otros.

Cuando pequeñas poblaciones empiezan a unirse saltándose el paso de ciudades medias y se convierten en grandes zonas urbanas y éstas zonas a su vez se unen con otras iguales o aún mayores entonces tenemos una megaciudad o megalópolis en potencia.

Esto rebaso no solo a planeación que haya hecho en las ciudades de nuestro estado pues incluso lugares como la Ciudad de Puebla o la Ciudad de México no están preparadas para afrontar los retos de cohabitar en una Megaciudad de proporciones descomunales.

Hoy en día es posible rodear la zona de los volcanes Popo-Izta sin dejar de estar en una zona urbana, quedan muy pocos espacios rurales intermedios en donde no existan asentamientos humanos.

La megalópolis es una realidad que no debe asustarnos, debemos pensar en ella como una gran área de oportunidad en donde tendremos que encontrar las alternativas para cohabitar lo más ordenadamente posible.

Habría que empezar por asumirnos como ciudadanos de la Megalópolis o Corona Regional del Centro de México y luego pensar que eventualmente se crearán organismos de coordinación en donde se tomen decisiones conjuntas que tendrán que ser avaladas por municipios o estados.

Incluso sería importante crear una conferencia de gobernadores de la Megalópolis que al amparo de un centro de estudios pudiera analizar con más detalle la problemática de esta región que más allá de sus problemas puede convertirse en uno de los motores de desarrollo más poderosos de latinoamérica, impulsando este potencial, cuidando los recursos naturales y sobre todo a su población.