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¿Para qué una alianza PAN-PRD?

Fernando Maldonado
Parabólica
2016-10-03 07:43:33

Sin más elementos de evaluación para medir la eficacia y eficiencia de los gobiernos de coalición en distintos estados del país que el empirismo, el Partido Acción Nacional se alista para volver a competir de la mano del Partido de la Revolución Democrática en 2017, como lo hizo en este 2016.

En el proceso de este año esa alianza electoral les permitió obtener el triunfo en Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, entre otros pero son administraciones que entrarán en funciones en los próximos meses, lo que impide una valoración objetiva de sus nacientes gobiernos.

En cambio existen referentes palpables que permiten aventurar un escenario de los estados que tendrán gobiernos aliancistas. Está a la vista Puebla, Oaxaca y Sinaloa. Las últimas dos entidades entregaron al PRI y Puebla retuvo el poder con un candidato cercano al gobernador Rafael Moreno Valle.

Si Gabino Cué Monteagudo en Oaxaca y Mario López Valdés en Sinaloa perdieron la elección tiene qué ver con la evaluación del electorado, en el mejor de los casos, o en un mal manejo de la operación electoral de los equipos electorales integrados por el binomio candidato-gobernador. Son usos y costumbres de la cultura política no admitidos, pero recurrentes.

En el caso de Puebla que retuvo con eficacia el gobierno, la gestión ha sido por decir lo menos, deficiente en términos de respeto y protección a los derechos humanos; las garantías individuales han sido atropelladas en forma sistemática y las agendas de la sociedad civil, literalmente ignoradas, lo que habla del talante del gobernador en turno.

En materia de uso del dinero público, como la mayoría de los políticos en México, es patrimonial y sin rendir las cuentas necesarias,  la ley de transparencia es letra muerta. La negación sistemática para entregar cuentas a quien las pide desde la sociedad alienta la sospecha de uso indebido y frívolo del erario en la entidad.

Los gustos suntuosos y los excesos con los que viven y se desempeñan los funcionarios del primer gobierno del alternancia son ofensivos frente a una población que se estima, está entre la más numerosa en condiciones de pobreza.

Los mecanismos de evaluación del desempeño gubernamental son deficientes y ello permite una  interpretación de cifras para entregar resultados que sugieren indicadores menos lastimosos de los que realmente existen. El engaño y encubrimiento de la realidad imperante es una constante para crear escenarios artificiosos.

La inseguridad crece en forma desmedida y una prueba de ello es que la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) ubicó a Puebla entre los siete estados con el mayor número de robo de vehículos con violencia, sitio que comparte con Sinaloa y Estado de México. El robo de combustibles de la red de tubería de Pemex cobra vidas cada semana y hay crímenes derivados de esa práctica ilegal que antes no ocurrían: presidencias municipales rafagueadas por grupos armados, desmembrados y enfrentamientos con fuego cruzado entre bandas rivales.

El escenario no es muy distinto al de otras entidades, salvo que en esta entidad hay un gobierno de alternancia y que surgió de una coalición como la que se tejió en 2016 y que se pretende repetir en el Estado de México en 2017.

Tal vez sea tiempo de que los partidos que pretenden aliarse otra vez, expliquen primero sus planes y metas de gobierno para no volver a lo que sucedió en Puebla, Oaxaca y Sinaloa. Que pregunten a sus ciudadanos, en resumen.


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