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Jóvenes asesinos

Fernando Maldonado
Parabólica
2017-01-23 07:51:09

El 9 de junio de 2011, Alan a quien se le conoció como “El Halcón” viajaba a bordo de un taxi rumbo a un pueblo llamado San Antonio de Suárez, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Puebla.

Iba acompañado de su pareja, dos niñas y pronto escribiría su propia historia de terror a los 17 años, como sucedió con el agresor del Colegio Americano del Noreste en Monterrey, el suicida que disparó a sangre fría contra sus compañeros de salón y una maestra que se encuentra al borde de la muerte, un evento que tiene al país sumergido aún en un estado de trauma.

La diferencia radica en que en el caso de Puebla, el material en video que contiene el registro puntual de la saña y perversión de “El Halcón”, solo ha sido visto por un grupo de agentes ministeriales y Magaly Herrera, una periodista de la agencia EFE que le dio para publicar la crónica titulada “Un Halcón” frente a la cámara, premiada por el certámen Nuevas Plumas de la Universidad de Guadalajara y la Escuela de Periodismo Portátil.

Nada de redes sociales y menos morbo, pues.

Escribió por ejemplo: “Del rostro de ella corren lágrimas de un rojo espeso, tal y como su verdugo confesará después haberlo visto en una película. Lleno de excitación, el hombre arroja las tijeras, extrae una hoz del bolso de su gabardina y encaja el filo de la herramienta en la garganta de Irma”.

Es el fragmento de la crónica de lo que probablemente sea el primer video auténtico del género snuff del que se tenga memoria.

Frente a la cámara de un teléfono marca Nokia de tecnología obsoleta que manipula “El Chino” otro muchacho de 17 años, acompañado de una mujer  de 47 “La Güera”, corta la garganta de la primera de sus víctimas, la madre de las niñas y luego sigue con Abril y Brisa, de 4 y 6 años de edad.

El triple homicidio era la culminación de una carrera delictiva, la cual comenzó cuando a los 7 años quiso ahogar a un primo que se burló del oficio de su padre, luchador; a los 15 años cometió su primero homicidio en complicidad de otro adolescente.   

El trabajo narrativo del tenaz ejercicio periodístico publicado en 2015 explica las complejidades policiacas de Puebla y de la Policía Cibernética de la Ciudad de México para obtener el material de un chip en desuso, del trabajo de inteligencia para encontrar al asesino serial escondido detrás de una indumentaria negra y una máscara de calavera y del tratamiento psicológico al que tuvieron que ser sometidos tras ver dicho video.

Internado en una prisión para menores de edad, “El Halcón” volvió a las andadas: agredió con un arma blanca a dos custodios y a otro muchacho preso. Paradojas del destino, el día que ocurrió la multicitada masacre de Monterrey, en el anonimato este asesino serial en Puebla recibió una nueva condena por la reiterada conducta violenta, siempre dispuesto al exterminio de quienes lo rodean.

La diferencia entre uno y otro solo radica en la geografía del suceso, pero en paralelo ambos muchachos vivieron su propia tragedia.


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