Fernando Maldonado
Parabólica
2017-03-27 07:17:35
El más influyente partido político de izquierda con el que México contó desde la década de los 90, agoniza.
El Partido de la Revolución Democrática, síntesis de los que se aglutinaron en torno de la figura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, como candidato presidencial, en la elección de 1988 bajo el nombre del Frente Democrático Nacional, se cae a pedazos.
La culpa es de las tribus que convergen en la vida interna partidaria, empecinadas en la conservación de cotos de poder, sobradamente la de “Los Chuchos”, cuyas cabezas son Jesús Ortega y Jesús Zambrano, figuras dominantes en la escena perredista desde hace por lo menos ocho años, expresión política a la que por cierto perteneció el poblano que parece haberle colocado el último clavo al ataúd del sol azteca: Luis Miguel Barbosa.
Ponerlo en esa perspectiva es imprescindible, pues en el momento de mayor debilidad partidaria deberá estar en la competencia electoral en el Estado de México, en junio próximo.
La pelea en la tierra del Grupo Atlacomulco, dividida en 3 tercios con el PRI a la cabeza y 2 fuerzas políticas pisándole los talones como el Partido Acción Nacional y el naciente Movimiento de Regeneración Nacional, parece confinar a un lejano cuarto lugar a este instituto político, desdibujado por la pugna interna.
El PRD en tierra mexiquense no juega a ganar el poder público, principio básico de cualquier oferta electoral en el mundo, sino a sobrevivir en la escena electoral y para ello debe obtener al menos 2.5 por ciento de la votación del padrón, con más de 11 millones de electores.
En medio de este escenario, está otro expediente explosivo perredista: la renovación de su dirigencia, en manos de Alejandra Barrales, deslegitimada en los últimos días por la revelación de que la mujer que lidera un partido de izquierda posee un departamento en Miami con valor cercano al millón de dólares.
Pero no es el único acontecimiento de bochorno perredista. Lo es desde 2010 cuando participó activamente en la construcción de coaliciones locales con el Partido Acción Nacional para apoyar candidatos de dudosa reputación y de indefinida trayectoria ideológica.
Jesús Zambrano, Carlos Navarrete y ahora Alejandra Barrales pudieron haber ganado posiciones en los gobiernos locales en donde obtuvieron triunfos con sus compañeros de aventura, pero perdieron brillo, autonomía y lo peor, una oferta política atractiva que enarbolara el ideario de ese espectro ideológico.
El candidato perredista, Juan Zepeda será un convidado de palo al festín electoral al que se disponen degustar las tres principales fuerzas políticas que dominan la escena.