Fernando Maldonado
Parabólica
2017-05-15 07:01:08
Este reportero se ha resistido a la autocita. La noticia inmediata dicta su propio lugar, en cualquiera de las plataformas en donde se ejerza el oficio. Su peso, repercusión en la sociedad o impacto en el imaginario colectivo demanda su propio espacio.
Sin embargo, es necesario recordar aquí algunas líneas publicadas el 3 de abril bajo el título Huachicol dicta agenda. Era la narrativa de un evento desafortunado en el que un convoy militar que hacía un recorrido por el llamado El Triángulo Rojo de Puebla sacó la peor parte.
“El domingo 26 (de marzo) un convoy militar fue atacado en una comunidad poblana conocida como Encrucijada, geográficamente en El Triángulo Rojo, el centro de operaciones de los grupos dedicados al robo de combustibles de los ductos de Petróleos Mexicanos. El saldo preliminar de ese evento fue de 8 militares lesionados y 1 camión de traslado militar volcado, fuera de carretera.
“La primera versión oficial es que se trató de un accidente por la falta de pericia del operador del transporte de personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); del otro lado de la vía, una camioneta Lincoln de color negro con placas de circulación del estado de Veracruz, con las portezuelas abiertas, abandonada sobre el suelo terroso, en medio de la nada”.
Muchos de los medios que dieron fe de lo sucedido se quedaron con la versión oficial. No hubo una cámara en medio de la nada para documentar lo que ahí había ocurrido y la única fuente disponible hizo malabares para explicar la presencia en el lugar de una camioneta Lincoln, con placas de circulación de otra entidad.
El miércoles 3 de mayo, el país entero supo que el Ejército Mexicano ha sido sistemáticamente golpeado por la delincuencia organizada en cualquiera de sus modalidades. Fue documentado por la presencia en el lugar de dos cámaras de seguridad de una vivienda que captaron los enfrentamientos en Palmarito, municipio de Quecholac.
Es cierto que en la escena se advierte la ejecución de un sujeto desarmado cuando ya no representaba ningún tipo de peligro. Había sido obligado a bajar de un vehículo blindado que resistió las ráfagas de armas de asalto de las fuerzas federales. No solo fue esposado, sino que fue rematado en el piso.
Los videos difundidos reavivaron un añejo debate en este país sobre la presencia del Ejército Mexicano haciendo tareas en las calles. Hay razones legales y éticas en favor y en contra. En la congeladora legislativa existe una iniciativa de Ley de Seguridad Interior que no ha sido atendida.
Importa subrayar, como sucedió en la entrega de hace mes y medio, que los huachicoleros de Puebla y los que operan en una amplia franja del país sí colocaron en el centro del debate la tardía acción de autoridades federales, estatales y municipales para poner un freno a la actividad del robo de combustibles por la demencial red de intereses creada a partir de las millonarias ganancias de dicho delito.