Fernando Maldonado
Parabólica
2017-08-14 07:00:31
Hace 29 años, en 1988 las antenas parabólicas colocadas sobre los techos de los hoteles en la naciente zona hotelera de Cancún salían disparadas por el aire como platos de frisbee, que tanto gusta a los paseantes de las caribeñas playas mexicanas. Nada tenía que ver con la lúdica actividad de ese centro de recreo, sino como metáfora de la destrucción que vendría.
Ya había pasado la turbulencia política tras la elección presidencial, en donde compitieron Manuel J. Clouthier por el PAN; Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, por el Frente Democrático Nacional; y Carlos Salinas de Gortari, por el PRI, el ganador de ese proceso histórico marcado por la sospecha del fraude electoral.
Otra etapa de inestabilidad vendría en septiembre, como ahora, para marcar a toda una generación de mexicanos.
El huracán Gilberto entró por Cancún en septiembre de ese año, con rachas de viento de hasta 285 kilómetros. La categoría de ese monstruo llegó al máximo rango: un nivel 5 que dejó más de 220 muertos entre Quintana Roo y Monterrey; daños a la infraestructura y cientos de hectáreas de cultivo devastadas.
Como señales apocalípticas, o anécdotas sacadas del realismo mágico tan frecuentado en la zona caribe, hubo manifestaciones de la flora y fauna que anticipaban la llegada del metéoro descomunal que los habitantes del Caribe no supieron decodificar.
El silencio abrupto de las aves; la nube de mariposas negras que inundó amplias zonas costeras o la repentina quietud de las olas. Sin la tecnología adecuada, los mexicanos de esa generación fueron presa fácil para Gilberto que atravesó todo el país del sur hasta el norte.
Desde esa fecha hemos tenido que aprender a vivir con la normalidad de habitar un país en medio de dos océanos que proveen con abundancia, pero también castigan con rigor por estas fechas. Franklin es ejemplo del paso de la experiencia acumulada.
Con rachas de viento, que fueron de los 50 a los 90 kilómetros por hora y que dejó lluvias en Veracruz que rebasaron niveles históricos y alertas en casi todo el país, permitió probar con eficacia los mecanismos y protocolos de Protección Civil.
Hasta donde se sabe, no hubo afectaciones humanas y los daños a la infraestructura han sido mínimos. El logro no es solo del gobierno, sino de los mexicanos que hemos tenido que aprender de Gilberto en ese septiembre de 1988, de Paulina, en octubre de 1997; Wilma, en 2005; o las tormentas Ingrid y Manuel que llegaron por 2 costados, el Golfo de México y por el Pacífico, en 2015.
No se puede cantar victoria, pues aún falta más inestabilidad, de acuerdo con el Servicio Metereológico Nacional, que previó 12 tormentas, 5 huracanes y 3 grandes meteoros con categorías de 3 o más, con vientos superiores a los 177 kilómetros por hora.