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El inicio del toreo como espectáculo popular

Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2018-04-09 23:39:49

Como explicábamos en el artículo anterior, el toreo nació como una actividad utilitaria para entrenar caballos para la guerra. Después, se convirtió en un pasatiempo restringido a la nobleza donde los caballeros realizaban toreo ecuestre y, finalmente, evolucionó en un espectáculo popular en donde los valientes enfrentaban al toro con una espada (Alameda, 1980, 1989).

En el inicio del toreo como espectáculo, para entretener al pueblo, había grupos que se enfrentaban al toro salvaje de formas completamente distintas. Mientras que en Navarra y Aragón surgieron los llamados “mata-toros”, en Andalucía aparecieron incipientes toreros. Probablemente los primeros profesionales del toreo fueron dos aragoneses, uno cristiano y otro moro, contratados por Carlos II de Navarra para matar un par de toros en Pamplona, en 1387 (Heraldo de Aragón, 2010). Estas actividades fascinaron a los artistas de la región, de hecho, en la Catedral de Pamplona hay frescos y esculturas de hombres enfrentándose a toros que, según Uranga (1948), corresponden a la época en la que Carlos II organizaba actividades taurinas.

De ahí surgen los llamados mata-toros que realizaban saltos, quiebros y otros juegos antes de dar muerte a los animales salvajes. Estas actividades se fueros extendiendo por las actuales regiones de Euskadi, Navarra, Aquitania, Rioja y Aragón (Hernández-Basilio, 2017). Son precisamente estos mata-toros quienes causaron tanta emoción en Francisco de Goya que los plasmó en su Tauromaquia. De ellos, se recuerda a Marintxo que realizaba actos temerarios como citar al toro subido en una mesa después de haberse atado los pies con grilletes. A Bernardo Alcalde, “El Estudiante de Falces”, que hacía recortes o cuarteos a los toros sin desembozarse de la capa –algunos autores consideran que estas suertes son el antecedentes de algunos quites como las navarras–. Y a Juan Apiñani, inmortalizado por Goya en un salto de garrocha (Hernández-Basilio, 2017).

En Andalucía, por su parte, los valientes hacían suertes a los toros con trapos, que dieron origen a los trastos taurinos actuales. Manuel Bellón, “El Africano”, alrededor de 1760 construyó y usó la primera muleta (Olmedo, 1945). Parece que era un lienzo blanco montado sobre un palo (Alameda, 1989).

En la misma época, en Ronda, nació la primera gran dinastía de toreros: Los Romero. El iniciador, Francisco –contemporáneo de "El Africano"– fue padre del torero Juan y abuelo del también matador José Romero. José Romero, por su parte, tuvo dos hijos toreros: Antonio, quien fuera muerto por una cornada, y Pedro, que es el más famoso de la dinastía. Se dice que Pedro Romero (1754-1839) mató 5,500 toros, sin ser lesionado por ninguno (Alameda, 1989). De Pedro Romero y su ascendencia se deriva la llamada escuela rondeña.

En paralelo surgió otra dinastía igualmente importante, la de los Rodríguez de Sevilla. Juan Miguel Rodríguez, “El Mayor”, tuvo tres hijos que, como él, fueron toreros: Juan Miguel Rodríguez, “El Menor”, Bartolomé Rodríguez  y Joaquín Rodríguez. Joaquín tuvo un hijo del mismo nombre al que apodaron “Costillares”, quien fue el diestro más célebre de la dinastía. Joaquín Rodríguez “Costillares” (1748-1800) fue un auténtico innovador al impulsar las cuadrillas organizadas, dividir la lidia en tercios, lancear a la verónica y matar en  la suerte del volapié (Recio and Domingo). Sin restarle mérito a “Costillares”, Pepe Alameda critica a quienes lo consideran el inventor del lance a la verónica; para él nadie inventó la verónica ya que hay dos formas de desviar a un toro con una capa, con una larga –si se tiene cogida la capa con una mano– o con una verónica, si el individuo –cualquier individuo– sostiene la capa con las dos manos (Alameda, 1989). El maestro Pablo Miramontes me explicaba que la forma intuitiva de dominar a una bestia que acomete con fiereza es con una verónica, por eso es el lance fundamental del toreo y el que mide el verdadero valor de un torero. Costillares, entonces, fue un individuo con una gran intuición y ello lo llevó a desarrollar una técnica que fue trasmitiéndose a las siguientes generaciones de toreros sevillanos.

Costillares fue rival directo de Pedro Romero y con esta competencia se inauguró la disputa entre las dos escuelas más antiguas del toreo, la de Sevilla y la de Ronda (Real Maestranza de Caballería de Sevilla, 2014).

La escuela Rondeña se caracterizaba por la sobriedad y la economía de medios, es decir, los menos elementos accesorios. Los rondeños pusieron en la estocada el acento primordial de la lidia. Lo importante era matar bien al toro y que, por tanto, desdeñaban cualquier elemento extraño que no sirviera a dicho fin. Prescindían, incluso, de los pases de muleta o de la propia muleta cuando era necesario. Cada lance de la lidia era un momento único, interpretaban el toreo como un conjunto practico y rematado que tenía como final la muerte del toro (Morente, 2015).

La escuela Sevillana, por su parte, estaba asociada a la gracia, la ligereza y el jugueteo con los toros. Para ellos el toreo no era sólo la estocada, sino mucho más que eso. Para los toreros sevillanos (por ejemplo, Hillo, Cúchares o Guillén), la estocada era sólo el final de la lidia, pero de ninguna manera el objetivo primordial. La estocada, incluso, podía ser prescindible; de hecho, en ocasiones, Curro Guillén la sustituyó directamente por el descabello. Lo importante para los sevillanos eran la movilidad, la alegría y ofrecer suertes variadas de capa y muleta (Romero de Soli?s, 2005).

Se discute sobre si son en verdad “escuelas” distintas. Algunos autores argumentan en que la diferencia entre Ronda y Sevilla está únicamente en el estilo, en el acento personal de cada torero. Al respecto, Antonio Ordoñez, torero rondeño por excelencia, comenta:

Para mí hay los que torean muy bien, los que torean bien y los que torean mal. Pero no hay escuela andaluza, escuela castellana (...) Insisto, lo que hay son los que torean bien y los que torean menos bien, o si se prefiere los estilos personales. Unos tendrán más profundidad y otros más alegría (citado en Zumbiehl and Va?zquez, 2002, p.98-99).

Pepe Luis Vázquez, sevillano por antonomasia, coincide con su colega de Ronda: “Yo nunca he creído en las escuelas, en el toreo sevillano, en el toreo rondeño. Yo creo que la escuela es única” (citado en Zumbiehl and Va?zquez, 2002, p.22).

José Morente, por su parte, nos invita a situarnos en el contexto histórico y en la rivalidad que hubo entre  rondeños y sevillanos en el albor del toreo como espectáculo popular:  

La disputa entre las escuelas sevillana y rondeña no es, por tanto, cuestión de estilos, como se piensa y dice, sino de ideas o conceptos. De planteamientos. Mientras Ronda apostaba por la estocada, Sevilla primaba el toreo.

La lógica de los tiempos y la evolución de la historia han llevado al triunfo de una sobre la otra, Hoy por hoy, Sevilla prevalece y ha eclipsado a Ronda (Morente, 2015).

Desde que los hombres del pueblo empezaron a enfrentarse a los toros salvajes, hubo distintos conceptos para mostrar la valentía. Los mata-toros de Navarra usaban técnicas distintas a los toreros andaluces. Entre los andaluces, el planteamiento de los rondeños era diferente al de los sevillanos. Cada uno ha dejado una herencia importante. Muy probablemente los recortadores y los mozos que participan en las actuales fiestas populares del norte de España se sienten herederos de los mata-toros, inmortalizados por Goya o por los artistas que decoraron la Catedral de Pamplona. Tal vez, los maestros que parten plaza anualmente en la corrida goyesca en la Real Maestranza de Ronda recuerdan a Pedro Romero y a la primitiva escuela rondeña. Pero lo cierto es que, ante estas disputas, el toreo andaluz y, concretamente, la escuela sevillana son quienes más influyeron en las siguientes generaciones de toreros como Francisco Arjona “Cúchares” y en los primeros tratadistas como Pepe-Hillo y Paquiro. De ellos hablaremos en l próxima nota.

Sugerencias finales

Para terminar y para que los lectores aprecien la hermosura y la solera de Ronda, dejamos  un video con un resumen de la corrida goyesca de 1964:

Y para dejarles un buen sabor de boca e invitarlos a regresar a este blog, concluimos con un video de la faena de Antonio Ordoñez en la corrida goyesca de 1975:

Asimismo, si quieren profundizar sobre sobre la vida de Manuel Bellón “El Africano”, les recomendamos leer el artículo El Africano de Antonio Roman Romero. 


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2024-04-16