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Franklin y Gaona, una curiosa relación

Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2021-02-21 14:45:11

La lectura un artículo en la revista de literatura británica Granta, me permitió realizar un hallazgo interesante. Es claro que el toreo se ha transmitido vía oral por generaciones. Pero ha habido maestros con inteligencia preclara que han dejado profunda huella en la evolución de la tauromaquia. Uno de los más importantes ha sido Saturnino Frutos “Ojitos”.

La escritora Rebekah Frumkin, publicó en Granta un artículo sobre su tío abuelo, Sidney Franklin, que me permitió atar algunos cabos para entender la manera en la que se ha transmitido la esencia del toreo mexicano.

Sidney Franklin era pelirrojo y delgado. Hijo de los judíos rusos. Su padre fue un policía que rivalizaba en agresividad con sus compañeros de trabajo, la mayoría de origen irlandés.

Veía con desdén a su hijo Sidney, que se caracterizaba por ser creativo y delicado, no era atlético, ni popular y no estaba interesado en convertirse en contador o maestro como el resto de sus nueve hermanos. 

Quería ser artista. Cuando su padre se enteró, le propinó tremenda golpiza. Por lo que Sidney huyó a México. Como era un talentoso en distintos ámbitos artísticos, se ganó la vida dibujando carteles de serigrafía. Así descubrió la fiesta de los toros, pintando a Rodolfo Gaona.

En una cantina, le dijeron que un gringo no era lo suficientemente valiente como para enfrentarse a un toro bravo. Ese reto le hizo descubrir su vocación y quererse convertir en matador de toros.

Le escribió a Rodolfo Gaona solicitando que le permitiera entrenar con él. Para sorpresa del propio Sidney, el maestro Gaona lo tomó como su discípulo.

Según cuenta en su libro “Bullfighter from Brooklyn”, Franklin quería aprender a torear por gaoneras, pero Gaona le insistió en que antes de intentar algo más avanzado tenía que aprender tan bien el movimiento fundamental de la verónica que lo haría en sueños sin pensarlo ni esforzarse.

En esta cita está el hallazgo.

Se dice que Joaquín Rodríguez “Costillares” fue el inventor de la verónica. Pepe Alameda criticaba a quienes lo consideran así; explicaba que nadie inventó la verónica ya que hay dos formas de desviar a un toro con una capa, con una larga –si se tiene cogida la capa con una mano– o con una verónica, si el individuo –cualquier individuo– sostiene la capa con las dos manos.

Pablo Miramontes, maestro de la Academia Taurina de Guadalajara, me revelaba que la forma intuitiva de dominar a una bestia que acomete con fiereza es con una verónica, por eso es el lance fundamental y el que mide el verdadero valor de un torero.

La verónica muestra la firme voluntad de torear y no sólo esquivar al adversario ya que implica hacerse pasar al animal y llevarle en la línea natural de su embestida.

La cita de Franklin también nos enseña lo que Gaona había asimilado de las enseñanzas de Ojitos. Tenía que ejecutarla “en sueños sin pensarlo ni esforzarse”.

Muchos años después, Daniel Kahneman ganaría el premio Nobel de Economía al explicar lo que ya intuía Ojitos. Kahnman describe las dos formas diferentes en que la mente crea el pensamiento. Llama “Sistema 1” al pensamiento rápido, automático, frecuente, emocional y subconsciente; su función es generar intuiciones. Y “Sistema 2” al que es lento, poco frecuente, lógico, calculador y consciente. La verónica tiene que realizarse con el “Sistema 1”, por eso Gaona insistía que la tenía que dominar “sin pensar”.

Sidney Franklin debutó en la plaza de Chapultepec alternando con Juan Espinosa “Armillita”. Tuvo buenas actuaciones como novillero en México entre 1924 y 1928. Fue a España y causó sensación con sus verónicas. Su espíritu creativo, combinado con la elegancia y la técnica que asimiló de Gaona, lo hicieron cautivar al público español.

Se presentó en la Real Maestranza de Sevilla el 9 de junio de 1929 y abrió la Puerta del Príncipe. Ese año toreó 14 novilladas en España con sonados triunfos. En 1930 una fuerte cornada en Madrid le mermaron su condición y no volvió a ser el mismo.

Entabló gran amistad con Ernest Heminway. Lo acompañó durante la guerra civil española. Sindey aseguraba que Heminway se había inspirado en él para dar vida al personaje de Robert Jordan, el estadounidense especialista en explosivos que se enamora de María en “Por quién doblan las campanas”.

Sidney Franklin fue un personaje de novela. Gringo, judío, hijo de rusos, creativo que, vía Gaona, logró asimilar el toreo para embelesar tanto al público sevillano como a Ernest Heminway. 

En México todavía existen maestros que intentan seguir el hilo de Ojitos. Pablo Miramontes no deja que sus discípulos aprendan otro lance hasta que no hayan dominado la técnica de la verónica. 

Una vez absorbida esa pericia, es donde surge la magia que hace disfrutar al aficionado, de ahí los lances de otros discípulos indirectos de Ojitos como Miguel Freg o Calesero. 


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