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Liberación animal, la utopía urbanita (y II)

Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2021-08-08 15:04:30

En el libro "Liberación animal", Peter Singer combate el especismo: la discriminación a un ser vivo por el sólo hecho de pertenecer a una determinada especie.

Ataca el pensamiento antropocéntrico y culpa a la religiones monoteístas, en especial al cristianismo, de los males de la humanidad.

Singer, como buen filósofo utilitario, está interesado en eliminar el sufrimiento del mayor número. Por eso propone empezar por las actividades que causan más sufrimiento a una cantidad mayor de animales. Plantea primero combatir la investigación y después la industria alimentaria.

"Si estas formas de especismo, que se promueven oficialmente y se aceptan casi de manera universal, se puede abolir, la abolición de otras prácticas no pueden llegar mucho después" (p. 39).

¿Por qué entonces los ataques a la tauromaquia que, comparado con las prácticas que describe Singer, el sufrimiento animal es mínimo y son muy pocos los astados sacrificados?

La razón primordial es que la cultura taurina está estrechamente vinculada con la religión católica, así que el combate a la fiesta brava es un ataque a los valores que Singer condena.

Segundo, porque nos ven como un enemigo débil cuya fácil destrucción les permitiría dar un enorme paso ideológico.

Algunos animalistas, como lo explica la escritora Paloma Ramírez, "son manipuladores solventes que escogen bien a su víctima".

En octubre del 2019 grupos de animalistas festejaron que se había prohibido el consumo de foie gras en Nueva York. Al respecto, Paloma escribió: "Como era de esperarse, el enemigo vencido era un grupo minoritario y de poca monta, integrado por chefs de restaurantes exclusivos, comensales que podían pagar por menús rebosados con delicatessen y por los criadores de los patos o gansos. ¡Menuda victoria! Estos animalistas pendencieros y voraces suelen alimentar a sus simpatizantes con estofado de patrañas. Presumen sus grandes hazañas, cuando éstas sólo sirven para poner en descanso la consciencia de su séquito, quien se siente tranquilo momentos antes de hincarle el diente a los muslos que tiene frente a sí"(Mural, 2 de noviembre 2019).

El psicólogo social de la Universidad de Nueva York, Jonathan Haidt, nos advierte: "morality binds and blinds" (la moralidad ata y ciega).

Asevera que nos unimos en equipos ideológicos que luchan entre sí como si el destino del mundo dependiera de que nuestro bando gane cada batalla.

Y nos ciega el hecho de que cada equipo está compuesto por buenas personas que tienen algo importante que decir. El Papa Francisco propone la cultura del encuentro para combatir el desprecio que provoca la confrontación y el odio.

Si bien en los extremos es imposible que podamos entendernos, quizá haya forma de encontrar puentes que permitan una convivencia civilizada entre taurinos y animalistas.

Usando los propios argumentos del libro "Liberación animal", podemos demostrar que la tauromaquia no debería ser el principal enemigo del animalismo.

Singer empieza el capitulo tercero describiendo una granja tradicional, esa que viene en los cuentos infantiles donde gallinas corren alegremente en compañía de vacas y cerdos que le dan satisfacción a una familia feliz.

Singer dice: “muy pocas granjas han sido nunca tan idílicas como nos harían creer esta imagen tradicional. Y, sin embargo, aún pensamos en una granja como un lugar agradable, remotamente alejado de nuestra vida en la ciudad industrial dominada por el lucro" (p. 118).

La ganadería taurina está mucho más cerca de este mundo idílico que del sufrimiento industrial que narra "Liberación animal". Toros y vacas tienen grandes extensiones de tierra donde no sólo están en libertad, sino que son alimentados y protegidos de garrapatas y otros parásitos que pudieran causarles sufrimiento.

Sementales, vacas, utreros, añojos y becerros que pastan libres son los animales mejor tratados de todos aquellos que viven bajo la dominación del hombre.

Eliminar las corridas convertiría esas tierras en agricultura intensiva, ganadería industrial u otras formas de producción más contaminantes o de mayor sufrimiento animal.

La ganadería taurina elimina la mecanización indiscriminada gracias al amor por el toro y a la abnegación de familias de ganaderos, quienes tendrían muchos más beneficios económicos si produjeran carne en ganaderías intensivas.

Más adelante en su oba, Singer retoma el tema y dice: "La vaca lechera que antaño recorría las colinas pacíficamente, incluso idílicamente, es ahora una máquina de fabricar leche sometida a un control y una regulación extremos" (pp. 162-163). "Hace veinte años, el ganado hubiera vagado por las praderas durante unos dos años" (p. 165).

Los animalistas deberían visitar las ganaderías de bravo y darse cuenta que los toros vagan entre cuatro y cinco años. No sólo eso, de los 200 mil animales bravos que pastan en México y España, menos del 6% son sacrificados en el ruedo.

Los demás dedican su vida a garantizar que esas extensiones de tierra sean reservas ecológicas de incomparable riqueza en flora y fauna.

A Singer le preocupa el sufrimiento por aburrimiento de animales controlados por el hombre. Afirma que “la que mayor repugnancia moral provoca es la de la carne de ternera" (p. 154) y se lamenta que "los jóvenes terneros añoran profundamente a sus madres. También echan de menos poder mamar" (p. 157).

Sería importante que sus seguidores supieran que el toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza.

Tal como "Liberación animal" dice que "la ignorancia reinante sobre la naturaleza de los animales no humanos es responsable de quienes los tratan de esta forma" (p. 257), nosotros invitaríamos a los animalistas a visitar el campo bravo para que comprueben el amor con el que se cría el ganado de lidia en absoluta libertad.

El magnífico documental "Tauromaquias Universales" de André Viard (está disponible en Youtube y merece mucho la pena verlo), concluye con una explicación de la tauromaquia que pudiera ser un punto de encuentro, un puente entre animalistas y taurinos.

"Prohibir la corrida con el pretexto que ser espectáculo anacrónico, no haría desaparecer la muerte. Por supuesto en un mundo donde el animal tuviera los mismos derechos del hombre, donde la muerte se venciera definitivamente, donde la existencia fuera una alegría ilusa, la corrida perdería su justificación. Pero a la espera de este paraíso utópico, conserva todo su sentido".


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