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El camino a Ítaca

Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2022-05-15 18:16:28

Cuando terminé de leer “El camino a la cima” de Juan Antonio de Labra y Joselito Adame, me acordé de Ítaca, el poema del griego Constantino Cavafis que explica que el viaje es más importante que la meta. “Ten siempre a Ítaca en la mente. / Llegar ahí es tu destino. / Más nunca apresures el viaje.”, aconseja Cavafis. Parecería que se refiere a Ulises, el héroe de la Odisea, pero en realidad nos habla a todos en un lenguaje universal y con enormes implicaciones ontológicas. Si bien nunca hay que olvidar la meta, lo significativo es disfrutar el recorrido y ahí está el secreto de nuestro breve paso por la vida.

Eso lo han entendido Juan Antonio de Labra y Joselito Adame y lo plasman en un libro que escribieron al alimón y que sorprende al lector por el estilo y la calidad literaria. No se trata de la típica biografía de un torero, aunque sí hay un apéndice estadístico, construido con rigor, que permite dimensionar los logros taurinos de Joselito Adame. La obra empieza con una presentación de José Carlos Arévalo que no tiene desperdicio. Con la belleza de la prosa que caracteriza al periodista español, nos introduce a los escritores que son también los personajes de la historia. 

La primera parte del libro está escrita por el periodista y la segunda parte por el torero. Juan Antonio de Labra aprovecha distintos momentos en los que ha coincidido con Joselito Adame para hablarnos de la trayectoria, los sacrificios y los triunfos del matador hidrocálido. Es una narración in medias res, es decir, no empieza por el principio sino por un punto a la mitad de la historia. A partir de ahí, el escritor se mueven en un tiempo y en un espacio que surge de su memoria, de los recuerdos que tiene con Joselito Adame. Recorre distintas ciudades que han sido importantes en la vida del torero, pero también en la relación de amistad que han construido periodista y matador:  Aguascalientes, Arles, Madrid, Naucalpan, Barcelona, Zacatecas, Puerto Vallarta, Huamantla, Guadalajara y la Ciudad de México. Sin coba y sin los excesos de algunas narraciones épicas que colocan a los toreros como héroes griegos, de Labra relata los esfuerzos, descalabros y momentos clave en la vida del mayor de los hermanos Adame.

Conforme va describiendo sus encuentros con Joselito, Juan Antonio se abre y habla de él, de su familia, trayectoria periodística, aficiones ajenas a los toros y de su pasión por la fiesta brava. El texto se transforma en algo íntimo que permite al lector ir descubriendo a dos personajes fundamentales de la tauromaquia mexicana en el siglo XXI. Juan Antonio no sólo “vio parar a una vaca antes de saber lo que era un parto”, como explica José Carlos Arévalo en el proemio, sino que es hijo de una de las grandes escritoras que ha dado la literatura taurina. Da la impresión que conforme escribe, él mismo se va descubriendo y ata los cabos que lo han llevado a el lugar donde se encuentra en este momento dentro del periodismo taurino. Juan Antonio nos cuenta como su madre fue una gran pedagoga que lo encausó hacia “las letras taurinas que ella prodigó con tanto cariño y esmero”.

Isaac Newton decía que si vio más lejos fue porque estaba sentado sobre los hombros de gigantes, haciendo alusión a que el conocimiento es un empeño comunitario y que se va construyendo paso a paso y sobre lo que han alcanzado los predecesores. Entendiéndolo así, de Labra cuenta anécdotas no sólo de Joselito Adame sino de Carlos Arruza, Chucho Solórzano y Manuel Capetillo. La primera parte de “El camino a la cima”, entonces, nos descubre las claves del sentir de Juan Antonio de Labra por el toreo.

La segunda parte del libro está escrita con sencillez y claridad por Joselito Adame. Empieza con sus inicios, su relación con sus tíos toreros Efrén y Teo, y la inspiración que le dejó el Cordomex, su tío abuelo. Explica lo que implicó irse a España donde pasó hambre. Con delicadeza, nos hace ver que algunos intentaron aprovecharse de él o desanimarlo. Llegaron a decirle que mejor se volviera subalterno porque no tenía las condiciones para triunfar como matador de toros. El texto tiene la virtud de la naturalidad. Joselito no habla mal de nadie, al contrario, agradece a quienes han contribuido en su formación taurina. Tampoco hay vanagloria o falsa modestia. Es una narración equilibrada, prudente que nos permite apreciar la evolución del torero mexicano más importante en los últimos diez años. Como artista, Joselito ha tenido altibajos. Lo interesante es que no tiene reparo en contarlos, lo que le da verosimilitud a la narración y engrandece su figura.

Hay momentos de la carrera del hidrocálido que son contados en las dos partes del libro, lo que permite al lector armar el rompecabezas y entender la madurez que hoy Joselito Adame transmite en las plazas de toros.

“El camino a la cima” demuestra que los sacrificios tienen recompensa. Estoy cierto que el libro inspirará a muchos chavales a continuar el sueño de ser figura del toreo. Pero como lo explica Constantino Cavafis, lo importante no es la meta, sino el camino. De Labra y Adame nos hacen ver que la vida está llena de experiencias de todo tipo y lo primordial es estar consciente de los aprendizajes.  Dice Cavafis: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias. / No temas a los lestrigones ni a los cíclopes / ni al colérico Poseidón, / seres tales jamás hallarás en tu camino, / si tu pensar es elevado, si selecta / es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.”

Me encantaría que el próximo martes 17 mayo Joselito Adame abriera la puerta grande de Las Ventas en Madrid, llegando a esa “cima” que se trazó desde su presentación como niño torero. Pero con la madurez que ha adquirido a través de los años y que plasma en este libro que he intentado reseñar, lo importante es disfrutar el camino y no sólo añorar la meta. Así, como lo dice Constantino Cavafis al final del poema: “Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas.”


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