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Los toros y el lenguaje

Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2022-07-10 12:34:24

La fiesta de los toros se enraizó en España desde hace más de mil años. Esto se aprecia en la forma en que se ha ido incrustando en el idioma. Muchas expresiones propias del español tienen incorporadas términos taurinos. Por ejemplo, crecerse… Cuando un toro es bravo, después de sentir el castigo de la puya del picador, en lugar de huir, acomete con más fuerza y recarga en su embestida. Los taurinos dicen que el toro “se crece al castigo”. Esta expresión se utiliza comúnmente cuando alguien, ante la adversidad, parece “crecerse” y pone todo su empeño para salir victorioso.

Como esta hay muchas expresiones que los hispanoparlantes usan todos los días sin reparar en que son vocablos originados en el mundo taurino. “Farolear”, “hacer un desplante”, “la hora de la verdad”, “no hay quinto malo”…

Existen al rededor de siete mil distintos idiomas hablados en el mundo. Cada uno de ellos con sus propios sonidos, vocablos y estructuras. De acuerdo con la doctora Lera Boroditsky, científica cognitiva de la Universidad de California en San Diego, los idiomas moldean nuestra forma de pensar y hasta nuestro cerebro. Por ejemplo, a diferencia del español en donde sólo tenemos una palabra para referirnos al color azul, el idioma ruso llama goluboy al azul claro, siniy al azul oscuro. Y así tiene otras palabras para expresar distintas tonalidades de colores. Esto ha provocado que la percepción del espectro de colores de un ruso sea mucho más vasta que la de los hablaste de otros idiomas, lo que se ve reflejado en su pintura, arquitectura y hasta en la forma en la que reaccionan a la luz.

Hay una comunidad aborigen en Australia que emplea puntos cardinales en lugar de izquierda y derecha, lo que les permite tener una enorme capacidad para orientarse. Lo hacen mucho mejor de lo que se creía que los seres humanos eran aptos. Con este ejemplo, la profesora Boroditsky demuestra que si un lenguaje y una cultura lo enseña, una persona puede aprender a orientarse tan bien o mejor que otras especies.

También existen diferencias en la forma en la que las personas organizan el tiempo. Si a un hispanoparlante se le pide acomodar fotografías según la edad de los retratados, los organizaría poniendo a la izquierda al más joven y a la derecha al más viejo. Un hablante de árabe o hebreo, lo haría en la dirección opuesta. Esto tiene que ver con la forma en que se escribe. Los Kuuk Thaayorre –la población australiana que mencioné antes– cuando están mirando al sur, organizan el tiempo de izquierda a derecha; cuando miran hacia el norte, lo hacen de derecha a izquierda; cuando están viendo al este, el tiempo viene hacia ellos. Es decir, para los Kuuk Thaayorre el tiempo está en el paisaje y no en la persona. Su idioma los ha vuelto menos egocéntricos.

Las investigaciones de la doctora Boroditsky demuestran que el lenguaje tiene impacto en el espacio, el tiempo y que hasta modifica el ámbito cognitivo.

Gabriel Zaid explica con la palabra olé cómo los mexicanos entendemos en forma diferente el arte y la vida que los españoles. En España el olé es tajante, mientras que en México se ha vuelto un  largo ooole. De acuerdo con Zaid: “el acento se ha desplazado de una e corta a una o largísima.” Esto ha provocado que en México se aprecie más el temple y se toree más despacio. Lo que ha influido en la crianza y en la formación de toros, toreros y aficionados. Chicuelo, Paco Camino y Pedro Gutiérrez Moya descubrieron el temple en México.

Me explicaba el aficionado regiomontano Carlos Santos que en la película de 1954 “Cuidado con el amor” del director Miguel Zacarías que protagonizaron Pedro Infante y Elsa Aguirre, se observa lo arraigado de la fiesta brava en la cultura mexicana.  Al inicio de la cinta, Pedro Infante llega a un pueblo de los Altos de Jalisco a buscar a unos amigos de su padre. Lleva una carta de recomendación plagada de terminología taurina:

“Mis queridos hermanos: A mi hijo que les presento, le ha dado el afán de la aventura. Pues ahí les va, a probar su suerte, a ponerse en el mundo, a torear la vida. Y he pensado que si tiene méritos para pasar de novillero, de qué mejores maestros puede recibir la alternativa que de ustedes, mis queridos hermanos. Aunque he puesto en su educación todo lo que sé, todavía cómo que no agarra bien el paso y conserva los resabios propios de la edad. Pero les aseguro que es noble, se crece al castigo y no hay pica ni rejón que lo acobarde”.

El Piporro, con voz paternal y sentido del humor, le da la primera enseñanza: “Pues aseguro mijo que empuja la vida y somos las tres cosas: a veces toros, a veces toreros y las más de las veces caballos”.

Para la doctora Boroditsky la belleza de la diversidad lingüística nos revela lo ingenioso y flexible que puede ser la mente de las personas. Los seres humanos han inventado no uno, sino cerca de siete mil universos cognitivos. Y se pueden crear muchos más porque la lengua es algo vivo que se va puliendo y adaptando a las necesidades.

Lo trágico, advierte Lara Boroditsky, es que se está perdiendo esta diversidad lingüística. El pensamiento único destruye lo que es distinto. Boroditsky  afirma que se pierde una lengua al día y, según algunos cálculos, la mitad de los idiomas del mundo desaparecerán en los próximos cien años.

La lengua que hablamos, que incluye expresiones regionales, familiares y hasta personales, es lo que nos hace únicos. Lara Boroditsky invita a no dejarnos avasallar por el pensamiento globalizado que busca destruir lo autóctono. Desde su universidad nos exhorta  a cuidar lo local, lo original, lo vernáculo y a defender lo auténtico.  Y en México eso incluye a la tauromaquia.


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