Andrés Solano
Corpus Delicti
2016-06-13 08:58:49
Con un PRD en crisis, un dirigente nacional cuestionado y la esperanza perdida, la candidata del PRD, Lorena Cuéllar toma su última mala decisión: la muerte lenta.
Todavía recuerdo el ambiente que privaba hace 12 años cuando Mariano González perdió la gubernatura contra Héctor Ortiz, fueron momentos difíciles para el priismo y más para el candidato derrotado.
Lo sorprendente no fue la derrota, más bien la actitud que asumió Mariano ante la misma. Inmediatamente inició su carrera rumbo a las siguientes elecciones, pues después del candidato triunfador, él era el candidato mejor posicionado en Tlaxcala.
Se reconstruyó a sí mismo, afinó su estrategia, su equipo, recompuso sus relaciones, hizo nuevas alianzas y finalmente después de un largo y tortuoso camino logró su objetivo seis años después, la gubernatura.
Hoy la historia es diferente. La gran perdedora es Lorena Cuéllar. Una candidata que empezó con el pie izquierdo, renegando de su propio partido. ¿Acaso sabía que éste estaba condenado a muerte? Una campaña que a golpe de ojo parecía de una candidata independiente por los colores elegidos.
Quería verse ciudadana, independiente, pero al mismo tiempo exigió todos los apoyos que el PRD pudiera darle. Entre ellos los equipos de acarreo, los grupos de choque, las bandas delincuenciales, ahí todo empezó a perder el sentido.
Luego, puso todas sus esperanzas en la movilización de las casillas especiales que en el papel le darían el triunfo. Pero solo en el papel porque la estrategia fue descubierta y exhibida por las redes sociales. Así, la noche anterior a las votaciones Lorena Cuéllar perdió última oportunidad de ganar.
Analizando los videos del último mes, su rostro parece desencajado, su sonrisa había desaparecido, sus ojeras se acentuaron y sus ojos reflejaban una muestra de tristeza y preocupación.
Y esto es lo que vio la gente el último mes de campaña, una candidata desangelada que asistió a foros sin gente, un discurso que hacía honor al #MeTraboComoLorena y una voz debilucha que se perdía en el infinito.
Dudo mucho que durante este tiempo haya ganado un solo adepto, fue una gira de lástima, la gente le miraba como se mira a un atropellado en la calle, como a un anciano indigente, como a un niño pidiendo limosna.
Después, la derrota; su jugada final, alentar a la violencia, pelear lo perdido sin pruebas, sin documento, apelando solo a su desgastada palabra que pierde fuerza día con día. No se da cuenta que esta actitud es precisamente la que está matando al PRD.
Las tribus amarillas se llaman así no por una cuestión de folclor, son tribus porque funcionan como tal, desorganizadas, sin estrategia, con violencia. Y la gente está harta de ello. Lorena como buena perredista también es así, desorganizada, visceral, violenta.
Lorena Cuéllar optó por la muerte lenta, tanto así que ella misma le está poniendo los últimos clavos al ataúd del perredismo y a su carrera política. Descanse en paz.