A un año del proceso electoral para elegir presidente, senadores, diputados locales y federales, gobernador y alcaldes, el dedazo está más presente que antes y, como es de esperar, solo generará protestas por aquellos que no resulten beneficiados.
El dedazo, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, refiere a la designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder Ejecutivo, sin las formalidades de rigor.
El término surge entre clases populares como una forma de burla y, a la vez, de protesta contra las decisiones autoritarias del régimen priista, principalmente entre 1928 y 2000, cuando el presidente en turno designaba a su sucesor, como una facultad no escrita para mantener a su partido en el poder; sin embargo, esta práctica también era ejercida para definir abanderados a gubernaturas.
Por increíble que parezca a la distancia, el actual senador petista, Manuel Bartlett Díaz, puede considerarse como el último beneficiado por el dedazo tradicional en Puebla y el primer promotor de los procesos democráticos internos en el PRI para elegir a su aspirante a gobernador, un plan amasado con miras a que el partido replicara el método para definir abanderado a la presidencia y aumentar sus posibilidades de ser postulado, luego de que perdió la carrera anterior ante Carlos Salinas.
En 1992, el entonces coordinador de Evaluación y Proyectos Productivos de la zona centro, quien tenía la responsabilidad de la aplicación del Programa Nacional de Solidaridad, llegó a la entidad, tras dejar la SEP, como una señal de lo que estaba a punto de pasar, pese a la inconformidad de políticos locales.
Era fácil encontrar al también exsecretario de Gobernación por las calles de la Angelópolis: buscando la casa donde nació en el portal Hidalgo, en reunión con empresarios, con líderes de los sectores de su partido.
Una vez, cuentan las crónicas periodísticas de ese tiempo, el gobernador Mariano Piña Olaya introdujo a Bartlett a una librería para saludar a los propietarios. “Es el licenciado Bartlett ¿Ya lo conocía?”, preguntó el mandatario. “Sí, cómo no. Lo he visto en televisión”, respondió, sonrojado, el librero. “¿Cómo ves, Mariano? ¿Hay consenso?” preguntó Bartlett a Piña Olaya, ya en la calle. “Claro que hay consenso, licenciado. Hay consenso”, aseguró el originario de Champusco, comunidad de Huaquechula.
Ese 28 de abril, cuando el exsecretario de Gobernación tuvo una reunión con rectores de la UAP y Udlap, en la Ciudad de México, el líder de la FTP-CTM, Blas Chumacero Sánchez, destapó a Manuel Bartlett Díaz como precandidato de esa central obrera a la gubernatura.
Chumacero Sánchez era el Fidel Velázquez local. Había sido diputado local, 6 veces diputado federal y senador en 2 ocasiones. Además, tenía en su historial, los destapes de Piña Olaya y sus antecesores directos en el cargo: Guillermo Jiménez Morales y Alfredo Toxqui Fernández de Lara, todos beneficiarios del dedazo presidencial.
Manuel Bartlett, el fracaso del dedazo desde Casa Puebla
Seis años después, Bartlett acabó con la tradición de Los Pinos y, a la vez, con su intención de imponer a su secretario de Finanzas, José Luis Flores Hernández, como candidato a gobernador. Tomó la decisión de abrir la elección del abanderado y el PRI consultó a sus bases. Melquiades Morales Flores ganó el proceso, por encima de Flores y de Germán Sierra, quien vivió entre 1995 y 1998 dos derrotas electorales, una de estas constitucional: en 1995, cuando perdió la alcaldía de Puebla.
Pese a beneficiarse de un proceso democrático interno, Morales Flores nunca estuvo de acuerdo con las consultas a la militancia. Mientras que rumbo a las elecciones de 2014, apoyó a su secretario de Finanzas, Rafael Moreno Valle Rosas. Como su segunda opción tenía a Germán Sierra. Empero, quedaron truncos los planes del oriundo de Santa Catarina Los Reyes, municipio de Esperanza. El entonces lider nacional priista, Roberto Madrazo, le pidió al gobernador tomar en cuenta las encuestas, abrió el proceso y Mario Marín Torres resultó ganador, lo que se tradujo en un dedazo velado, aunque sustentado en las encuestas, las cuales lo perfilaban como el mejor posicionado para la contienda.
El dedazo marinista saca el PRI de Casa Puebla
En septiembre de 2009, el PRI poblano inició el proceso interno para elegir candidato a Casa Puebla. Una encuesta de Demotecnia puso Javier López Zavala a la cabeza, seguido de Enrique Doger. Nada qué decir de Jesús Morales y Alberto Amador. Por Convención de delegados definiría a su abanderado. Zavala se inscribió. También, Enrique Doger. Lo descalificaron por incumplir requisitos. Zavala fue ungido como candidato, lo que se tradujo como la resurrección de dedazo.
Más, el verdadero regreso de esta práctica priista fue apenas en 2016, cuando el coordinador de los senadores, Emilio Gambia Patrón, destapó a su compañera de bancada Blanca Alcalá Ruiz, como candidata a gobernadora. Disciplinado, como antaño, o resignado, el resto de aspirantes a la postulación aceptó la decisión, la cual, a la postre, tampoco dio resultados en las urnas.
El dedo, en el PAN y en otros
El dedazo ya no es una característica exclusiva del PRI. Durante todo el sexenio de Rafael Moreno Valle se aplicó de manera recurrente. En 2011, cuando el líder estatal era Juan Carlos Mondragón, la dirigencia nacional eligió a los candidatos a senadores y diputados federales, lo que se tradujo en que el mandatario impusiera a sus piezas, como Javier Lozano.
En 2013, ya con Rafael Micalco en la dirigencia estatal blanquiazul, fue conformada la megacoalición Puebla Unida con PAN, PRD, Compromiso por Puebla y Nueva Alianza, los cuales, ante el IEE, informaron que sus abanderados serían designados en forma directa, lo que no tenía .
El año pasado, no fue la excepción, la Comisión Permanente Nacional aprobó la designación directa como método para elegir al solicitante a la gubernatura. De esta manera, el 3 de marzo, con base en los estatutos generales de Acción Nacional y de acuerdo con el Reglamento de Selección de Candidaturas a Cargos de Elección Popular, el CEN acordó la designación José Antonio Gali Fayad.
Por si fuera poco, el dedazo morenovallista llevó a Pablo Rodríguez Regordosa no solo a ser diputado local, sino también líder blanquiazul en la capital, cargo que mantiene tras una elección interna con alto abstencionismo. Lo mismo puede decirse de la actual dirigencia estatal, en la cual destaca su secretaria general Martha Erika Alonso, esposa del otrora gobernador de Puebla, quien en su gira por todo el país exige que no haya dedazo en el PAN.
Como consecuencia de las megacoaliciones en la gestión anterior, las decisiones del nieto del desaparecido general Rafael Moreno Valle, quien fue gobernador poblano interino, también han sido víctimas de dicha práctica los militantes del PRD, Panal, Compromiso por Puebla y Movimiento Ciudadano, antes Convergencia.
De tal suerte que vemos a su exsecretario general de gobierno, Luis Maldonado Venegas, como diputado federal bajo los colores del PRD; a su operador político, Eukid Castañón también en San Lázaro, con la playera panista. Ambos, con la encomienda de convencer en una alianza entre los dos partidos en 2018, con el mandatario como candidato.
Para el catedrático Juan Luis Hernández Avendaño, Moreno Valle Rosas actuó en el PAN, al más puro estilo priista, por lo que estuvo más preocupado por la carrera presidencial, lo que se entiende con la intromisión en la vida interna de los partidos que lo llevaron al poder, sin que hubiera contrapesos.
En su oportunidad, el politólogo Miguel Calderón Chelius lamentó que en el sexenio pasado no se haya respetado la disidencia, por lo que Moreno Valle acabó prácticamente con cualquier intento por proponer un proyecto distinto.
A un año del proceso electoral para elegir presidente, senadores, diputados locales y federales, gobernador y alcaldes, el dedazo está más vivo que nunca y, como es obvio, solo generará protestas por aquellos que no resulten beneficiados.
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