Antonio Casanueva Fernández
Corchaíto
2019-04-20 12:30:28
Distintos historiadores coinciden en que el toreo moderno se gestó en el continuo Gallito-Chicuelo-Manolete (p. ej. Alameda, 1961; Aguado, 1999; Delgado, 2014; Morente, 2018). Pero en esta historiografía del hilo del toreo ligado en redondo poco se ha escrito de la importancia de quien fue el eslabón entre Chicuelo y Manolete: Fermín Espinosa Saucedo “Armillita chico”.
Armillita en un adorno. Oleo de Ruano Llopis subastado por Morton's Action House.
“Armillita chico” fue el pilar de una importante dinastía de toreros. Hijo de Fermín Espinosa Orozco, quien siendo originario de Guadalupe, Zacatecas, decidió establecer su residencia temporal en Saltillo, donde nacieron sus hijos los toreros Zenaido, Juan y Fermín, y José “El Chato”. Este último por un defecto en la vista no pudo vestirse de luces y se convirtió en mozo de espadas (Rodríguez, 1984). Don Fermín originalmente usaba el apelativo de “Campanero”. Lo de "Armillita'' fue una ocurrencia del torero cubano José Marrero “Cheché” por la similitud que al banderillear tenía con el madrileño Esteban Argüelles “Armilla” (Rodríguez, 1984). El apodo hace alusión a la espira que es parte de la base de una columna. Como coincidencia, la dinastía es parte de la columna vertebral del toreo mexicano. En la siguiente figura se observa el árbol genealógico de la estirpe torera.
Dinastía Armillita
Armillita fue un niño prodigio. Arévalo (2011) afirma que tenía un don, una intuición especial hacia los animales que le permitía armonizar el entorno e, incluso, sentir que se comunicaba con los toros, que ellos le hablaban y que él les respondía con el capote y la muleta. Su padre había meditado el toreo frente a bovinos criollos y recorrido las plazas del México de finales del Siglo XIX. Conoció a Saturnino Frutos “Ojitos”, el gran formador de toreros en México, lo que le ayudó a rumiar los secretos del arte de Cúchares (Arévalo, 2011).
Fermín padre descubrió el don de su hijo e hizo que desarrollara la técnica matando animales en el rastro y viendo como Zenaido y él mismo bregaban y banderilleaban (Rodríguez, 1984).
Ese don natural, descubierto por su padre, fue la base de su técnica, aplomo y dominio para resolver los problemas de la lidia. Sin darse cuenta, sabía más de lo que le hubieran podido enseñar. Resulta ilustrativa la inocencia con la que narra sus inicio en el esbozo de memorias que le entregó a su amigo Mariano A. Rodríguez.
Un buen día, jugando a las canicas en mi casa, mandaron por mí pues en Tacuba tenían organizada una encerrona, y habían destinado para mí, para yo torearlo, un becerro. Era castaño, no se me olvida. Llegué a la placita de Tacuba justo en el momento en que ya echaban el becerro al ruedo (...) Lo toreé como si hubiera estado toreando a un muchacho. No se me dificultaron ninguna de las suertes que intenté. Todo me salió superior y los comentarios que allí se hacían eran muy halagadores (Rodríguez, 1984, p.261)
Con esa misma sencillez que denota una intuición natural, pero también algo de ingenuidad, narra su debut en el Toreo de la Condesa el 3 de agosto de 1924:
Recuerdo que era un novillo grandullón pero flaco y con unos pitones bastante desarrollados (…) El becerro no fue malo y yo lo toreé como quise con el capote. Lo banderilleé y con la muleta creo que le hice una buena faena, el caso es que me dieron la oreja y el rabo y di varias vueltas al ruedo entre una lluvia de dinero que me arrojaba el público (Rodríguez, 1984, p.264).
Fermín Espinosa "Armillita chico" flanqueado por sus hermanos Zenaido y Juan en 1924. Colección de José Francisco Coello Ugalde. Tomada de La Aldea Tauro https://laaldeatauro.blogspot.com/search/label/armillita.
Fermín Espinosa "Armillita chico" en sus primeros años como matador de toros.
Sistema Nacional de Fototecas. INAH. SINAFO, Cat.1462. Tomada de https://ahtm.wordpress.com/2017/02/22/500-anos-de-tauromaquia-en-mexico-siglo-xx-parte-ii/
En 1931 inició la temporada con triunfos importantes en Valencia (dos orejas y rabo) y Granada (cuatro orejas a toros del Conde de la Corte). Pero el parteaguas llegó el 24 de mayo en Madrid una corrida de Terrones alternando con Fortuna y Nicanor Villalta. Armillita se enfrentó a un toro que se defendía, reculaba y que había manseado en el segundo tercio. El periodista Don Quijote describió la actuación de Armillita de la siguiente forma:
El diestro, inmóvil, elegantísimo, con leve juego de muñeca y pequeño quiebro de cintura, atornillados los talones en la arena, se pasó todo el toro por debajo de la muleta en un pase lento y hermosísimo, reflejo exacto del estilo de Gaona, que comenzaba así muchas faenas. Pero lo mejor fue que a ese primer pase primoroso ligó, sin enmendar un ápice el terreno, el alto por la derecha, de cabeza a rabo, y a éste otra vez el de pecho, y al de pecho otra vez el alto, sin que entre ninguno de los cuatro soberbios y ligadísimos pases hubiera la menor enmienda, ni el más ligero movimiento de pies; terminó esta primera serie con un molinete, y una ovación cerrada, corolario de los cinco ¡oles! Estentóreos con que se corearon los cinco pases.
Tras esa brillantísima primera fase de la faena, la muleta quedó en la mano zurda, y el torero y el toro en el mismo terreno que diera comienzo el trasteo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco naturales en redondo, ceñidos, mandones, perfectos, rematados con el broche clásico del toreo en redondo: el pase de pecho. Entonces retumbó la ovación con verdadero fragor. A partir de aquí, la faena derivó hacia el adorno, abriéndose el mismo diestro al toro, con pases de tirón hacia el tercio, y la coronó con un volapié ejecutado con claridad y perfección (citado en Arévalo, 2011, pp. 106-107).
Arévalo (2011) analiza la crónica de Don Quijote para explicar que con esa faena se consolida el toreo ligado en redondo como eje de la faena moderna. Es importante hacer hincapié en que Armillita lidió este toro de Terrones tres años después de la faena de Chicuelo al famoso toro Corchaíto, es decir, estaba naciendo el toreo moderno. La tauromaquia de Armillita no era de parón, sino de quietud seguida por la ligazón de las suertes. Arévalo dice que “los pases del saltillense se rematan hacia atrás y se ligan. O sea, son largos. Y además lo son porque el toro, algo tardo en el primer cite, exige del diestro que le presente la muleta adelantada, no ya a media distancia, como precisaba el toreo ligado en redondo de Chicuelo (…). No, en el caso de Armillita esta faena inaugural, sucedió —¿por primera vez?— la ligazón de muletazos completos, largos y rematados, a muletazos completos, largos y rematados” (Arévalo, 2011, p.108).
De la crónica de Don Quijote y del análisis de Arévalo, se infiere que Armillita no sólo era un maestro poderoso, sino un creador que tenía la elegancia de Gaona y la maestría de Gallito. A partir de esa tarde Manuel Mejías Bienvenida “el Papa Negro”, intentó impedir que el mexicano toreara en las plazas importantes de España y así cuidar a su hijo, Manolo Bienvenida (Arévalo, 2011).
En ese mismo 1931 Armillita se colocó como figura de la torería mexicana, después de un mano a mano con Vicente Barrera, en el que bordó al toro “Pinturero” de la Punta en el Toreo de la Condesa.
El 5 de junio de 1932 realizó, en Madrid, la faena al toro “Centello” de la ganadería de Aleas. A lo largo de la historia hay muy pocas faenas que han transformado el arte de torear. Para Arévalo (2011), la de “Centello” fue una de ellas gracias a dos series de cinco naturales.
Hasta entonces, el toreo con la izquierda, por naturales había sido, como norma y en el mejor de los casos, un pase de “parón”, o sea, con los pies clavados en la arena en el momento del embroque. A veces, muy pocas, con la embestida toreada hasta el remate, porque casi siempre, el torero debía abandonar el sitio, dado que el toro no continuaba su embestida (…). A partir de Chicuelo, estos naturales, cortos pero completos, sí se ligaron en redondo, con el compás casi cerrado, el torero vertical y perfilado.
Pero no se habían dado nunca como Armillita lo hizo en Madrid aquel 5 de junio de 1932. Dejándose ver el diestro en el cite, con la muleta retrasada, hasta situarse entre los dos pitones en posición de medio pecho y compás abierto, avanzando después la muleta lentamente y, muy adelantada ésta, meciendo los flecos, cuyo levísimo toque prendía la embestida del toro, que muy ceñido, rozando el vestido del diestro, entra en el embroque, se deslizaba hacia adentro y muy largo, para ser rematado su viaje por detrás de la cadera del torero en el momento en que un giro de muñeca dejaba al toro en la misma posición y la muleta presentada de igual forma que en el primer cite, para así embarcar de nuevo la embestida en cuatro naturales más, rematados con el forzado de pecho (Arévalo, 2011, pp. 115-116).
Pase natural de Armillita al toro "Centello" en la vieja plaza de Madrid. Foto publicada por el semanario Mundo Gráfico el 8 de junio 1932. Tomada de http://lafiestaprohibida.blogspot.com/2012/04/armillita-chico.html.
A partir de entonces Armillita no sólo se convirtió en la primera figura del toreo mundial, sino en el evolucionador del toreo a base de series de pases naturales. Morente (2017) sintetiza la dialéctica del toreo moderno: “Y cuando el toreo en redondo se ha perdido desde Pastor a Belmonte y desde Machaquito al Gallo, llega Joselito y lo redescubre, lo recrea, lo restablece y se lo pasa a Chicuelo y a Armillita... y a Manolete que todos en esa fuente bebieron”.
Domingo Delgado de la Cámara (2012) coincide al afirmar que había dos líneas de interpretación del toreo: “Joselito y Belmonte fueron los toreros modelo y referencia de la generación de la Edad de Plata. Los seguidores de Joselito eran toreros poderosos y de largo repertorio. Los seguidores de Belmonte eran toreros fundamentalmente artistas. Toreros estilistas, como entonces se decía”. El historiador explica que erróneamente en España se ha dicho que el sucesor de Gallito fue Manolo Granero y, aclara, que Armillita fue más poderoso y largo (Delgado, 2012).
Armillita era un torero completo. Dominador cabal de los tres tercios y un creativo que hizo aportaciones a suertes de capa como la saltillera, y de muleta como el molinete de rodillas. Lo caracterizó una increíble sencillez, pero al mismo tiempo una combatividad que hacía que, en el ruedo, no se dejara nunca ganar la partida. Al igual que su increíble tauromaquia e insólita precocidad, su saber ser, saber estar y saber colocarse, dentro y fuera del ruedo, resultaron categóricos frente a las verbalizaciones apuradas, la politiquería del medio y los juicios simplistas que intentaban calificarlo de poderoso pero frío.
Molinete de rodillas en un oleo de Ruano Llopis. Colección particular de la familia Armillita tomado de Arévalo (2011, p.251).
Referencias bibliográficas
Aguado, P. (1999) El rey de los toreros: Joselito el Gallo. Colección La Tauromaquia Madrid: Espasa-Calpe.
Alameda, J. (1961) Los arquitectos del toreo moderno. Primera edición. Me?xico: B. Costa-Amic.
Alameda, J. (1989) El hilo del toreo. Coleccio?n La Tauromaquia Madrid: Espasa-Calpe.
Arévalo, J. (2011) El secreto de Armillita. Fundación Marrón.
Delgado, D. (2012) ‘Manolo Bienvenida, la sombra de Gallito’. Blog Dinastía Bienvenida. Disponible en: http://dinastiabienvenida.blogspot.com/2012/12/manolo-bienvenida-la-sombra-de-gallito.html (Consultado: 17 de abril 2018).
Delgado, D. (2014) Entre marte y venus. Breve historia crítica del toreo. España: Yeguada Marques.
Morente, J. (2018) ‘Chicuelo. El gran desconocido’, Revista de Estudios Taurinos, (42), 177-224.
Rodríguez, M. (1984) Armillita El maestro. Recuerdos y vivencias. Saltillo, México.